El Presidente Donald Trump le debe una disculpa urgente a un grupo sorprendentemente grande de trabajadores de la salud que están arriesgando sus vidas para combatir la pandemia de COVID-19: los migrantes. Y sí, eso incluye a los latinos indocumentados que ha estado vilipendiando, y tratando de deportar, durante los últimos tres años y medio.
En efecto, los migrantes – legales e indocumentados – representan una parte considerable de los trabajadores de la salud en Estados Unidos. Si agregan otros trabajadores de los hospitales, como personal de limpieza, cocineros y el servicio de cocina, las cifras son aún más asombrosas.
Más de 29 por ciento de todos los médicos y 31 por ciento de las enfermeras y auxiliares de enfermería en Estados Unidos son nacidos en el extranjero, según un estudio de 2018 realizado por el Journal of the American Medical Association. El estudio no incluye personal de apoyo, como trabajadores de limpieza.
Además, hay 27 mil “soñadores” -jóvenes adultos que fueron traídos sin papeles a este país de niños y criados como estadounidenses- que trabajan en servicios de salud, incluidos muchos médicos, según un estudio de 2017 realizado por el Center for American Progress.
El Presidente Trump está tratando de deportarlos, al igual que al resto de los 825 mil beneficiarios del programa llamado DACA, que les permite vivir y trabajar temporalmente en Estados Unidos sin temor a ser deportados.
La Corte Suprema de Justicia tiene planeado dar su veredicto en los próximos días o semanas sobre los esfuerzos de Trump para deportar a dichos beneficiarios. En muchos casos, los “soñadores” han sido criados en Estados Unidos y ni siquiera hablan el idioma de sus países nativos.
Por disparatado que parezca, el Gobierno de Trump está tratando de deportar a estos jóvenes en el preciso momento en que Nueva York y otras partes del país están buscando desesperadamente médicos y enfermeras para hacer frente a la pandemia del coronavirus.
Incluso antes de la crisis de COVID-19, la Asociación de Escuelas Médicas Americanas advirtió que Estados Unidos vería un déficit de aproximadamente 122 mil médicos para 2032.
Algo similar sucede entre los científicos nacidos en el extranjero, incluidos aquellos que tratan de encontrar una vacuna o cura para el virus COVID-19.
Como me recordó esta semana Dany Bahar, un investigador del Brookings Institution, más de 40 por ciento de todos los graduados universitarios que trabajan en ciencias e ingeniería en Estados Unidos son nacidos en el extranjero.
Yo mismo constato esa realidad cada vez que voy a visitar el laboratorio donde trabaja mi esposa, una doctora en biología que labora en el Departamento de Neurología de la Universidad de Miami. La mayoría de los científicos en su laboratorio de 12 personas son extranjeros. Su oficina parece las Naciones Unidas.
“Hemos estado escuchando una retórica tóxica contra los migrantes en Estados Unidos en los últimos tres años. El hecho es que los migrantes son una parte esencial de la lucha contra el coronavirus”, me dijo Bahar, del Brookings Institution.
“Si hay un problema con los migrantes en este país, es que no hay suficientes. Mirando hacia el futuro, es importante aumentar la capacidad de Estados Unidos para atraer migrantes en muchas especialidades”.
Y, sin embargo, Trump no solo está tratando de deportar a los “dreamers”, sino que también está limitando el número de visas H-1B para trabajadores altamente calificados que son solicitados por compañías estadounidenses.
La tasa de denegación de nuevas visas H-1B aumentó de 13 por ciento en 2016 a 21 por ciento en 2019, según la Fundación Nacional para la Política Estadounidense.
En un momento en que Estados Unidos enfrenta su mayor desastre económico y de salud en los últimos tiempos, Trump debería cambiar radicalmente su política migratoria.
Debería abandonar el lenguaje xenófobo y racista contra los migrantes indocumentados y sus esfuerzos por limitar la migración legal, y darle la bienvenida a los trabajadores de la salud y muchos otros que Estados Unidos necesita para combatir la pandemia del COVID-19, y que hacen trabajos que la mayoría de los estadounidenses no quiere hacer. Y no estaría nada mal si, de paso, le pidiera una sincera disculpa a todos los migrantes.
Por Andrés Oppenheimer, Periódico Reforma, 9 de abril de 2020